La Llegada de Mirto

Ibamos caminando por la feria el día sábado con mi señora cuando de pronto nos dimos cuenta que había un compadre vendiendo bonsais. Con lo fanático que soy de estos arbolitos en miniatura, no pude contener las ganas de ir a ver que tal eran, que especies tenían, cuales eran los valores y por ultimo intercambiar teléfonos con la persona que los vendía.
La verdad es que eran unos arboles muy bonitos, bien cuidados, se notaba alta preocupación en su confección. Alejandro se llamaba el Miyagi Chileno, muy simpatico, andaba con unos bonsai de arrayán, de Acer, de Olmo, en fin , los más comunes y fáciles de cuidar.
No compré ninguno al principio, quedé bastante tentado pero no andaba con mucha plata y no sabía si me iba a alcanzar para las compras de la feria.
Al final recorrimos la feria, fuimos donde nuestro casero de las frutas, compramos frutillas, damascos, duraznos, platanos y cerezas, que bakanes son las frutas. Luego pasamos donde la casera de las ensaladas, parada fija cada vez que vamos a la feria ya que como buen día sábado, el almuerzo tiene que ser rápido y que mejor que ensaladas preparadas.
Bien, caminaba por los pasillos de la feria, chocando con todo el mundo, con un calor infernal, pensando en los arbolitos y si en verdad podría cuidar otro bonsai sin que pasara lo mismo que le pasó a mi olmo.
Llegamos al auto con las cosas, las guardamos y ... me decidí a comprar el arrayán, un arbol de hoja perenne (no las bota en otoño), de un verde intenso, de un tronco delgado y raíces a la vista, era precioso, no podía dejar pasar esa oportunidad.
Llgué donde Alejandro y le dije, me llevo el Arrayán, me explicó los cuidados y quedamos de ir a ver mas árboles a su casa alguno de estos días, quien sabe, tal vez como decía mi señora, tenga autos antiguos para limpiar y encerar, rejas que pulir o artes que enseñar, eso ya lo veré.